Por Santiago Sylvester - Poeta y ensayista. Su último libro es Antología personal (1974-2022)

Una visión prestigiosa y tópica de París se basa en la cantidad inacabable de museos, iglesias, piedras ilustres, el Sena, Notre Dame, la consabida Torre Eiffel; y junto a todo eso, la imagen de un señor más bien formal que pasa con una baguette en la mano. Esta idea, compuesta de viejas y fundadas veneraciones, puede hacer creer que en París manda el pasado. Por eso, una tarea que tengo autoimpuesta en mis visitas a esa ciudad es también buscar el presente. Con esta convicción, y con verdadero interés, asistí en octubre al concierto de cuatro compositores actuales en el auditorio de Radio Francia. Uno de ellos era Daniel Teruggi, quien se desempeñó durante años, en Radio Francia, como director del Grupo de Investigaciones Musicales del Institut National de l’Audiovisuel (INA).

Daniel Teruggi es un importante músico argentino nacido en La Plata, en 1952, que está instalado en París desde fines de la década del ’70. Doctor en Arte y Tecnología por la universidad de París VIII, su tarea de compositor suma más de cien obras, siempre utilizando dispositivos electroacústicos. Su música fue interpretada en más de treinta países y publicada en varias colecciones discográficas; y este año el Center for Art and Media, de Karlsruhe, Alemania, le otorgó el premio Giga Hertz para música electrónica y arte sonoro. Se trata de uno de las distinciones internacionales más importantes en la materia, entre cuyos ganadores se puede mencionar a Pierre Boulez, Brian Eno, Laurie Anderson y Christina Kubisch.

En una entrevista hecha en Alemania, el propio Teruggi explicó aspectos de su trabajo: “Puedo pensar en categorías de sonidos: cortos, largos, percusivos, continuos, registro alto o bajo, etc. Entonces empiezo a buscar diferentes colores. Estos pueden ser los sonidos iniciales, o los que obtengo a través de transformaciones. Puedo grabar sonidos, encontrar viejos sonidos sin usar (los llamo “olvidados”) o simplemente recogerlos en un CD. Así descubro nuevas posibilidades, y no es sólo una cuestión de sonidos sino de cómo evolucionan a través del tiempo; y de las nuevas relaciones entre ellos”. Describe el resultado de su trabajo como “una experiencia perceptiva”, de la que dice: “Nuestro sentido de la audición está ávido de movimientos, lo que podría llamarse una historia sonora, donde los sonidos se unen para crear una continuidad que atrae nuestra atención. Estoy continuamente alerta sobre cómo transcurre el tiempo en la música; y una vez que capto con mi música el tiempo interno del oyente, no quiero que se distraiga o se aburra, ¡no lo dejo ir!”

El concierto al que me tocó asistir en el Auditorio de Radio Francia, a la misma orilla del Sena, estuvo repleto de un público que tenía una notable amplitud de edades: jóvenes, medianos y viejos; me consta la atención sacramental con que escuchaban y el aplauso cerrado con el que concluyó. El cosmopolitismo era evidente en la distinta procedencia de los compositores (una francesa, una turca, un italiano y un argentino) y en que lo más genuino que puede decirse de esta música es que pertenece a todas partes, el origen no incide en el resultado, o no es necesario que se note, como sucede con otra música que proviene de una tradición o una cultura local. En este caso, la cultura que la respalda es la totalidad.

Las obras que ofreció Teruggi fueron compuestas en 2017 y 2022. Una de ellas fue E basta così! (¡Ya está bien!), un encargo del Ina-GRM escrita para piano y cinta, que explora el virtuosismo y las posibilidades del piano en una expansión electroacústica, con sonidos aislados y pequeñas secuencias sometidas a numerosas transformaciones. La intérprete fue Ancuza Aprodu, pianista de origen rumano a quien está dedicada la obra.

En una charla informal, presidida por los beneficios de la buena mesa, Teruggi me explicó que parte de la sorpresa que puede producir esta música al oído desprevenido, proviene de lo siguiente: la llamada música culta (o clásica, en lenguaje convencional) utiliza un registro de sonidos amplio pero limitado; si decimos que ese registro es de, por ejemplo, cien sonidos, se advierte una variedad importante; pero sucede que la música electroacústica multiplica al infinito esa posibilidad al no excluir ningún sonido, ni siquiera lo que se califica habitualmente como ruido, incluido el ocasional que puede producir (ya que estábamos comiendo) la caída de un tenedor. Esta amplitud de sonidos modifica bruscamente la herramienta de trabajo y, en consecuencia, el resultado musical; y puede crear el efecto de una distorsión, cuando en realidad lo que hay es una formidable irrupción numérica de sonidos y asociaciones. El resultado es intenso y en algún punto de cierta alarma, no diré ante lo desconocido, pero sí ante lo poco frecuentado, y crea la necesidad de volver a reflexionar sobre los límites y posibilidades del arte: algo que, desde luego, está en el aire de la época.

Creo que no es necesario, por evidente, decir que esta no es una nota de crítica musical, no estoy en condiciones de hacerla; es en todo caso un recuerdo del trabajo de este músico argentino instalado en París, cuya obra tiene un merecido prestigio, no sólo por la creación musical, sino también por sus trabajos de investigación. En una rápida y parcial enumeración de méritos, hay que recordar que ha coordinado proyectos europeos de contenidos audiovisuales en los que participaron 28 países; representó a Francia en Europeana, la Biblioteca Digital Europea; y fue secretario general de la Federación Internacional de Archivos de Televisión. Recibió, por su trayectoria, premios en EEUU y en Canadá. Fue profesor en la Universidad Técnica de Berlín, en la Escuela Superior de Música de Catalunya, en la Hertforshire University, y ha creado un Master en París sobre el tema “Acusmática y artes sonoros”.

Su obra me ayudó, en un viaje reciente, a eludir el riesgo de quedarme en el pasado y a sumergirme en lo más interesante del París actual. Sería estúpido, además de innecesario, desdeñar el difundido tópico parisino, representado por l’Opéra, el Louvre o el Musée d’Orsay; pero otra falta grave sería no atender al presente, del que Daniel Teruggi es un digno representante. Por su protagonismo en la actualidad musical acaba de recibir en Alemania uno de los más importantes reconocimientos.

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